DÍA 9
Me levanto muy pronto, quiero ir despacio y relajada. Voy escuchando la
radio. No me encuentro a nadie en la calle. Tengo la sensación de ser una de las
protagonistas de una película. Llego al ayuntamiento y tengo que entrar por la
puerta de la policía. No saben qué hacer conmigo ni yo sé qué tengo que hacer.
Espero sentada en una silla hasta que llega la coordinadora de educación. Es
una situación incómoda. Veo a la policía
reunida en una sala, unos van de un sitio a otro, llegan concejales. Nadie sabe
qué hacer.
Al fin accedemos dentro del ayuntamiento. No funcionan los teléfonos, ni
intranet. Las pocas personas que estamos allí nos miramos con miedo. Todos
llevamos guantes, algunos mascarilla. Poco a poco vamos aprendiendo cómo usar
la centralita, quiénes somos los que estamos dentro del Ayuntamiento. Hay mucha
colaboración entre los que estamos, concejales, técnico de educación,
administrativos. Aprendemos juntos y juntas.
Empieza a sonar el teléfono. Al otro lado hay gente con problemas
diversos. Quieren deshacerse de muebles porque están haciendo limpieza en casa,
no saben qué hacer para pagar un recibo, los que les han embargado la cuenta,
otros quieren certificado de empadronamiento, otros quieren licencia de obra
porque están sin váter. Las preocupaciones de la ciudadanía son muy variadas.
Regreso a casa. Es un alivio. Es difícil. Me ducho. Tengo la sensación de ir sucia.
Por la tarde llega el momento emocionante y es el de salir a aplaudir. Es
algo que no debe faltar. El agradecimiento.
Están aflorando todas las emociones: miedo, rabia, ira, ternura,
generosidad.
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